viernes, 19 de octubre de 2012

¿Quién fue Simón Rodríguez?




Francisco A. Ortega, en su trabajo: “Tomen lo bueno, dejen lo malo: Simón Rodríguez y la Educación Popular” escribe lo siguiente: “… antes de adentrarnos con mayor profundidad en sus escritos recordemos brevemente quién es este personaje, más mentado que leído y apenas recordado. Simón Rodríguez fue tenido por sus contemporáneos como un hombre extraño y extraordinario a la vez. Bolívar le confesaba a Santander que Rodríguez, “mi maestro, mi compañero de viajes […] es un genio,un portento de gracia y talento” (Rumazo 1981, 107). El irlandés Daniel Florencio O’Leary lo describió como un hombre “de variados y extensos conocimientos, pero de carácter excéntrico”, y el chileno José Victoriano Lastarria, quien lo conoció en casa de Andrés Bello en Santiago, afirmaba que Rodríguez “estaba en la sociedadn fuera de su centro” y “pasaba por un extravagante como un grotesco”. Y, sin embargo, era admirado con frecuencia como un pensador brillante, un “verdadero reformador, cuyo puesto estaba al lado de Spencer, de Owen, de Saint-Simon y de Fourier; y no en las sociedades americanas” (Lastarria 2001, 45). “Más allá de esas apreciaciones muy recientes y relativamente superficiales, siempre al borde del anacronismo, la lectura rigurosa de sus textos nos entrega un pensador fascinante, autor de una obra original y de gran alcance, cuya mirada a las revoluciones hispanoamericanas del siglo XIX y los retos que enfrentaban resulta tremendamente lúcida y sobria a la vez”. “Rodríguez nació en Caracas en 1771, creció en casa del presbítero Rodríguez, tío materno que lo acoge (…). En 1797 salió de Caracas, y aunque algunos autores sugieren que su salida pudiera estar relacionada con la represión que se dio inmediatamente después de descubrirse la conspiración de Gual y España en Venezuela, la verdad es que no existe indicio alguno que lo vincule a la conspiración”. “Lo cierto es que al llegar a Kingston, Jamaica, cambió su nombre por el de Samuel
Robinson, el cual usará por los próximos veinticinco años. Permaneció en Kingston unos meses, antes de dirigirse a Estados Unidos. En Baltimore, trabajó como cajista en un taller de imprenta, y en 1801 pasó a Francia.
Allí abrió una escuela de inglés y español, y, junto al mexicano fray Servando Teresa de Mier, tradujo
y publicó Atalá o amores de dos salvajes en el desierto (1801) (Picón 1939, 18).
En 1804 Bolívar se reunió con él y emprendieron un viaje a Italia, donde son testigos de la coronación de Napoleón en Milán, y poco después acompañó a Bolívar en el famoso ascenso al Monte Sacro, donde Bolívar hizo su juramento de liberar a la América española. Después de una breve parada en Londres, Bolívar regresó a América y Rodríguez emprendió una extraordinaria travesía que lo llevó por Alemania,
Prusia, Polonia y Rusia (…)”.
“En 1823 Rodríguez regresó a América. Desembarcó en Cartagena y pronto se dirigió a Bogotá, donde se comunica con el Gobierno y obtiene autorización para abrir una Escuela taller de artes y oficios para huérfanos y pobres, en el antiguo edificio del hospicio.
De esta primera experiencia sabemos muy poco, y una primera exploración de la prensa del período y los archivos correspondientes en Bogotá no nos ha permitido encontrar material alguno. En 1824 Bolívar se entera de su regreso a América y le solicita que se le una en el Perú para ayudarle a establecer el
sistema educativo de las nuevas repúblicas. Al llegar a Chuquisaca, Bolívar lo nombra “Director de Educación Pública, Ciencias Físicas y Matemáticas y Artes”, con altos poderes facultativos para implementar su proyecto de escuela popular o social a escala nacional. Sin embargo, la experiencia resulta un fracaso, y José Antonio Sucre, entonces presidente, se muestra impaciente con su estilo aparentemente caótico, sus reformas ambiciosas y sus salidas inoportunas”.
“Uno de los aspectos mas importantes del pensamiento de filósofo caraqueño Simón Rodríguez  (1771-1854), gira en torno al papel que la educación popular debe cumplir en las nacientes naciones americanas.
Rodríguez, como buena parte de la nueva élite criolla, había comprendido rápidamente que uno de los principales retos de los nuevos Estados era la ausencia de una ciudadanía que pudiera animar la vida cívica y política. Aunque la educación pública ya había sido tratada por extenso por el reformismo ibérico desde la segunda mitad del siglo XVIII, el problema se presentaba ahora de manera mucho más
aguda, una vez que los nuevos Estados abrazaban el principio de soberanía popular, el marco institucional republicano y una definición formal de la libertad.
Ante semejante reto, los nuevos gobiernos adoptaron el sistema lancasteriano e implementaron  programas de educación masiva (…). Ante esta situación, se proponen tres ejes a partir de los cuales desarrollar una propuesta educativa: su noción de la originalidad de las sociedades americanas, su principio de interdependencia social y el papel de la educación en el proceso de formación de ciudadanos activos, críticos y creativos, única base segura para la sustentación de las nuevas  repúblicas”.
“Durante 27 años Rodríguez estableció escuelas con las que logró subsistir, publicó varias obras importantes y colaboró en algunos periódicos e, incluso, cuando no apareció otro empleo, abrió una fábrica de velas, para de ese modo –decía socarronamente seguir alumbrando a América”

Tomado de: (http://res.uniandes. edu.co/view.php/674/view.php), ¿Quién fue Simón Rodríguez?

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